Diplomado «ALIMENTACIÓN, COMUNIDAD Y APRENDIZAJE»
Módulo noviembre 2016
CULTURAS ALIMENTARIAS: Saberes, sabores y sentires
El pasado 12 y 13 de noviembre, en el diplomado: “Alimentación, Comunidad y Aprendizaje”, tuvimos nuestro último encuentro del año. En esta ocasión buscamos reflexionar nuestra alimentación desde sus dimensiones socioculturales, reconocer nuestra identidad en lo que comemos y recuperar y hacer más evidente la importancia del sistema milpa en nuestra cultura y sistema alimentario.
En nuestro diplomado somos un grupo muy diverso, llegamos de diferentes geografías, culturas y con diferentes formas de pensar y vivir la vida. Esto nos hace una comunidad de aprendizaje muy rica, literalmente hablando. Nos aprovechamos de dicha diversidad para traer a la mesa el tema de nuestras culturas alimentarias y ¿por qué no? también nuestros platillos.
Para valorar la alimentación, es importante pensar en todas las relaciones físicas, mentales, emocionales, sociales, económicas y culturales que generan el proceso de alimentarnos, por ello vivenciamos una serie de actividades donde los sentidos y reflexiones nos hicieron llegar al conocimiento de una forma muy significativa.
Desarrollamos un análisis a partir de que cada participante representara todos los alimentos que consume cotidianamente e interpretará sus hábitos alimentarios en función de preguntas que le diera información sobre su cantidad, variedad, calidad, origen y ética para el consumo responsable. Si, fue un momento para pensar y cuestionarnos de más de una forma, ¿por qué comemos lo que comemos? Después de información reflexión, pasamos a un momento muy inspirador:
Tuvimos un gran banquete cultural de colores y sabores. Con una feria gastronómica celebramos y aprendimos sobre los diferentes platos tradicionales de nuestros lugares de origen. Degustamos con nuestra vista y panzas alimentos tradicionales de diferentes lugares de Chiapas: Amatenango del Valle, Tonalá, Chanal, Chiapa de Corzo, Zinacantán, San Cristóbal de las Casas entre muchos otros riconcitos del estado. Probamos atolito agrio, “chanfaina”, petejul, sopa de chipilín, calabacitas con camarón, carne ahumada, tamal de pejelagarto, calabacita amarilla ¡y más!
También fuimos a otras partes de México: Puebla, Estado de México, Hidalgo y Hermosillo donde comimos quesadillas, nopalitos, esquites y caldito de queso. Nos internacionalizamos con el Norte de Estados Unidos al probar el clásico pay de calabaza y en Irlanda un rico pastel de papas.
Nuestros oídos también estuvieron contentos al escuchar las historias que guardan estos platillos, sentimos las emociones que nos evocan a cada uno y una. Rememoramos esos recuerdos de nuestros hogares, de nuestras familias, de nuestras raíces.
Después de degustar con todos nuestros sentidos, pensamos nuestra alimentación cotidiana. Fuimos de reflexionar sobre los diferentes alimentos que comemos, cuáles seguían siendo parte de nuestras vidas desde la infancia, cuáles representan nuestra cultura hasta preguntarnos sus orígenes y los pasos necesarios para tenerlos en nuestras mesas.
Las voces de nuestras/os diplomantes empezaron a trazar un recorrido por el mapamundi. Imaginamos una rica tabla de quesos de Francia, hasta los deliciosos mariscos de la costa de Chiapas, pasamos por Guatemala saboreando los alimentos de las milpas y regresamos a Europa para conocer un poco de historia: ¡el pescado no les gusta en Irlanda! Representa una memoria histórica del castigo ¿sabías?
También se contaron historias sobre las siembras en las comunidades, de los intercambios entre las familias y de los propósitos de sembrar, el más importante: alimentarnos el cuerpo y también el alma.
Después contrastamos esa realidad con la guía alimentaria mexicana “El Plato del Buen Comer”. Se generó una rica discusión sobre qué entendemos de él, qué nos recomienda y cómo se empata o no con nuestra alimentación y nuestras tradiciones alimentarias y que se escucha: “¡le falta el pozol!”.
Se comentó que esas guías deberían contextualizarse, no es lo mismo comer en una región que en otra, e incluso en la misma región hay una gran diversidad de alimentos y de cómo los usamos, o cómo es en la zona urbana o rural. Un compañero de Ocosingo nos comentó: “nosotros no crecimos con estas clasificaciones.” Para seguir reflexionando y provocando nos quedó la tarea de hacer nuestras propias guías ¿cómo se verían nuestros platos del buen comer? ¿Serían platos de barro? ¿Hojas de plátano? ¡Qué rica es nuestra diversidad de culturas y alimentos!
Nuestros alimentos nos hablan más allá de lo que es sano o no sano. Nos alimentan todo lo que somos, nuestra mente y alma. Son representantes de nuestros orígenes, culturas, tradiciones y relaciones sociales. A través de ellos tejemos historias, nos otorgan un sentido de pertenencia, también comemos en función de una ideología, de muchas creencias.
La cultura y los recursos naturales en nuestro país son megadiversos y es por ello que nuestra cocina también. Para México nuestra identidad es depositada mayoritariamente en la cocina, en ella se involucra la espiritualidad y las tradiciones.
Para cerrar el módulo más, no el tema de alimentación consciente, facilitamos una actividad cultural. Cada participante, ya sea de manera individual o en equipo, representó con una actividad artística lo simbólico de su alimentación. Hubo una explosión de creatividad, con dibujos, canciones, representación teatral, poesía y narrativa, se reflejó la importancia de los alimentos de la milpa, se concluyó el tema y apreciamos nuestra identidad alimentaria.
Este módulo, nos permitió reunirnos para sentir y saborear sobre nuestros alimentos y así terminar el año con la panza llena y los corazones muy contentos ¡Pasen felices fiestas! A comer rico en casa y en familia.
¡Hasta pronto!